La llegada al páramo

[Pódcast] El vaivén del desarraigo · Capítulo 2

Camila y Daniel esperan sentados y bajo una lluvia helada a que alguien abra la puerta del refugio donde suelen atender a los migrantes venezolanos. Están en plena carretera, la que conecta a Pamplona, en el Departamento del Norte de Santander, con el resto de Colombia. Salieron junto a sus padres desde la capital de Venezuela, Caracas, con la meta de llegar hasta Bogotá. Muy cerca de allí, Sofía y Víctor también descansan junto a su madre bajo un puente. 

Los cuatro son aún muy niños y es la primera vez que viajan tan lejos de casa. Sus padres ya habían migrado a Colombia y regresaron a su país en plena cuarentena por la covid-19 para buscarlos. 

El hijo de tres años de Jefferson y Karoline, en cambio, está viajando por segunda vez a Perú, luego de haber regresado a Venezuela con sus padres para buscar a otros familiares. Ahora emprendieron este periplo con su hermanito de apenas tres meses de nacido y más de una decena de parientes también menores de edad. Ninguno lleva pasaporte y quienes deberían tener ya su cédula de identidad, tampoco la portan.

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Periodistas en el Norte de Santander:

Rafael Sulbarán y Lucas Molet

Locución:

Arantxa López y Rafael David Sulbarán

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Guion, montaje y posproducción de audio:

Rafael David Sulbarán

Transcripción

Camila: Hable usted, hable…
Periodista Rafael Sulbarán: Ya, ya tú estás hablando.
Camila: ¿Y dónde sale para la grabación?
Periodista: Aquí.
Camila: ¿Ah y aquí qué?
Periodista: Ahí tú estás hablando… habla, para que veas cómo las rayitas se..
Camila: Hola, hola, hola.
Periodista: ¿Viste?
Camila: Mmmm.
Periodista: Las rayitas estas crecen cuando hablamos, ¿viste?

Narradora

Camila y Daniel están acurrucados, sentados muy juntos para darse abrigo, en la orilla de la Carretera Nacional que conecta a Pamplona, en el Departamento del Norte de Santander, con el resto de Colombia. Estamos a finales de 2020, y en esta época hace muchísimo frío, incluso bajo cero grados centígrados. Pero como los niños que son, de seis y siete años, buscan cualquier distracción para jugar, como el grabador de un periodista.

Esperan junto a sus padres a que pase la lluvia, frente a un albergue para migrantes que ahora está cerrado. Muy cerca, quizás demasiado cerca, transitan los camiones pesados que atraviesan la vía hacia Bucaramanga.

Los cuatro salieron hace dos semanas de Caracas, la capital venezolana, y esperan poder llegar a Bogotá, la capital colombiana. Los padres de Camila y Daniel ya habían estado en este país hasta hace unos meses, y volvieron a Venezuela para buscar a sus hijos, en plena pandemia de la covid-19, y así emprender su segunda travesía migratoria. Pero esta vez todos juntos.

Por ser niños en situación de riesgo, usamos nombres distintos para proteger su identidad.

La puerta del albergue continúa cerrada. Vanessa, la que dirige este refugio en Pamplona, no está. Camila y Daniel siguen inquietos para evitar mojarse o tiritar por el frío. La lluvia helada golpea el asfalto y baja como un caudaloso río por la carretera.

La casa de paso de Vanessa es uno de los puntos donde atienden a los migrantes venezolanos que ingresan por este páramo. Allí suelen recibir comida y una palabra de aliento. Pero sus puertas cerraron desde que se decretó la cuarentena en Colombia, en marzo del 2020.

Antes de la pandemia, en este albergue se atendían unas 80 personas diariamente. Y aunque ahora ha bajado el flujo migratorio, los hijos migrantes y sus familiares no han dejado de transitar en esta zona.

Durante estos meses de cuarentena, un promedio de 150 personas al día pasan por Pamplona buscando otros destinos, según datos de la Red Humanitaria, un conjunto de organizaciones no gubernamentales que monitorean la crisis migratoria en la región. La cuarta parte, cerca de 40, son niños, niñas o adolescentes.

Narradora

En esta nueva entrega de Hijos Migrantes, les contaremos en tres capítulos las historias de varios niños venezolanos que han tenido que desplazarse junto a sus familiares para escapar de la pobreza en tiempos de coronavirus.

La llegada al páramo es el segundo capítulo de la serie El vaivén del desarraigo, donde mostraremos cómo estos pequeños caminantes atraviesan Colombia para llegar a un sitio seguro.

El vaivén del desarraigo es un trabajo especial con el sello de #HijosMigrantes, realizado en alianza entre Historias que laten, El Pitazo y el proyecto Migración Venezuela del Grupo Semana de Colombia.

Soy Arantxa López. Mi compañero Rafael David Sulbarán les contará este relato.

Narrador

La travesía migratoria que emprendieron los niños Camila y Daniel y sus padres para migrar a Colombia duró varios días. Primero durmieron en Cúcuta, luego recorrieron 70 kilómetros hasta Pamplona. Querían seguir su camino la mañana siguiente. Por eso intentaban descansar en algún lugar, ya que se toparon con el refugio cerrado.

Entonces les hicieron señas desde una casa situada también a orillas de la carretera. Se levantaron de inmediato y apurados recogieron sus cosas.

Señora: Vamos Daniel.
Niña: Vamos.
Periodista: ¿Se van para dónde? ¿Para allá, a dormir?
Señora: Sí.
Rafael: ¿Les van a dar albergue?
Señora: Sí.
Rafael: Ah bueno, gracias a Dios.

Narrador

Los hermanitos y sus padres entraron a la casa. Lucían aliviados porque alguien les había brindado cobijo esa noche helada y lluviosa.

Todos los refugios cercanos estaban cerrados desde el 17 de marzo de 2020, cuando el alcalde de Pamplona, Humberto Pisciotti, prohibió por decreto el ingreso y la permanencia de migrantes venezolanos con estatus irregular en el centro de la ciudad y ordenó la suspensión temporal de los albergues.
Por eso se hizo común la estampa de niños y adultos, aglomerados y errantes, en los alrededores.

Iván Duque
Anuncio estatuto

Hoy en esta visita que adelanta el doctor Filippo Grandi a Colombia, nosotros hacemos pública la decisión de nuestro país de crear un estatuto de protección temporal en Colombia. Que nos permita hacer un proceso de regularización de esos migrantes que están en nuestro país.

Narradora

Al menos 16.500 niños y adolescentes desplazados por migración forzada cruzaron hacia Colombia en plena emergencia sanitaria por la covid-19, entre octubre de 2020 y febrero de 2021, según los reportes de Migración Colombia y la OIM.

Atravesaron caminos ilegales debido al cierre fronterizo, y más de la mitad, es decir, más de 9.000, cruzó sin ningún tipo de documento de identidad, situación que los expone a una mayor vulnerabilidad.

Pero la llegada del 2021 trajo una buena noticia que podría beneficiar a esos miles de pequeños que se encuentran en condición irregular por no tener papeles.

Narradora

El 8 de febrero de 2021, el presidente de Colombia Iván Duque anunció la creación del Estatuto de Protección Temporal para Migrantes Venezolanos, una medida sin precedentes en la región diseñada para acoger e integrar a los más de 1.700.000 venezolanos que se encuentran en ese país, de los cuales cerca de un millón están en situación irregular.

La medida es un avance positivo en la política migratoria de Colombia, pero su aplicación genera muchas interrogantes. Se desconoce, por ejemplo, cómo se realizará el registro digital de los niños migrantes en situación irregular que no tienen ningún documento de identificación.

Las autoridades calculan que el otorgamiento del estatus temporal a los migrantes llevará al menos 2 años.
Además, uno de los requisitos para beneficiarse de la medida es demostrar que se ingresó a Colombia antes del 31 de enero de 2021.

Los niños Camila y Daniel podrán solicitar el Estatuto porque fueron de los que cruzaron sin documentación antes de esa fecha.

Paola Mijares

Periodista: Ok, ehm, ¿Cuál es tu nombre completo?
Paola: Paola Mijares.
Periodista: ¿Qué edad tienes?
Paola: 23.
Periodista: 23. Viajas con tus dos hijos, ¿cierto?
Paola: Con mis dos hijos y mi hermano y unos primos, tías, familia.
Periodista: Ok, cuéntame, ¿cuál es el motivo del viaje?
Paola: Este, el motivo del viaje es por mis hijos, para que mis hijos estén bien, tengan una buena alimentación, un buen vivir, etcétera…

Narrador

Ahora les contaremos la historia de Sofía y Víctor, los hijos de 10 y 3 años de Paola Mijares. Cuando los conocimos el 15 de noviembre de 2020, descansaban recostados en el piso de un puente en la entrada de Pamplona. Sofía, aunque tiene edad para tener cédula venezolana, está migrando sin este documento.

Su madre no pudo hacer el trámite en Venezuela porque el proceso de cedulación para niños y niñas estuvo suspendido entre marzo de 2020 y enero de 2021 por la cuarentena de la covid-19, según alegó el gobierno.
Por eso viajan sólo con su partida de nacimiento.

Paola ya había migrado a Cali, en el pacífico colombiano, pero regresó a Venezuela a buscar a sus hijos y le agarró la pandemia en Barlovento, el pueblo donde vive su familia en la costa central venezolana.

Paola: Bueno llegué a Colombia a la ciudad de Cali, este, conocí varias personas, me apoyaron y todo, conseguí empleo, me estabilicé y salí a buscar a mis hijos a Venezuela.
Periodista: ¿Cuándo fue eso, cuándo llegaste a Cali?
Paola: Yo desde el año pasado ahí y salí en octubre para Venezuela a buscar a mis hijos.
Periodista: O sea, ¿no lo hiciste durante la pandemia? Pasaste la pandemia en Venezuela. O bueno, recibiste la pandemia en Venezuela.
Paola: En Venezuela.
Periodista: Ok, entonces estando en Venezuela decidiste regresar, retornar a Cali. ¿Qué te hizo tomar esa decisión, digamos, en medio de esta emergencia sanitaria?
Paola: La situación del país, que no tenía para darle el alimento a mis hijos como era adecuadamente, este, tantas cosas que me hicieron venirme para acá de nuevo.

Narrador

Antes de la cuarentena, el tránsito de venezolanos migrantes en la frontera colombiana tenía un solo sentido: de Venezuela hacia Colombia. Pero la pandemia cambió esta dinámica y el vaivén entre las dos naciones se acentuó.

Mientras unos retornaban a su país, otros se aventuraron a migrar con varios miembros de su familia. Entre noviembre y diciembre de 2020, cuando encontramos a los hijos de Paola, vimos numerosos grupos de hasta 20 personas varadas en Pamplona.

Narradora

Estos pequeños migrantes y sus familiares esperaban poder reunir dinero para pagar un autobús, o al menos unos cuantos pesos para montarse en un camión corriendo el riesgo de que los dejen a mitad de camino.

A muchos se les hace imposible comprar un pasaje, que hasta Bucaramanga oscila entre los 40.000 y 50.000 pesos, menos de 20 dólares.
Los camiones de carga o “mulas” cobran 15.000 pesos por persona, pero se han dado casos en que los dejan en plena vía, antes de llegar a su destino.

Entonces, los que no tienen dinero, se quedan allí, en Pamplona, esperando reunirlo trabajando de manera informal para poder pagar un pasaje. Otros siguen su ruta caminando.

Narrador

Entre esos hijos migrantes en tránsito están la bebé de cinco meses y el niño de tres años de Karoline y Jefferson Marcano. Sentados a la orilla de la carretera, el joven padre cuenta que es la tercera vez que migran desde Venezuela hacia Perú.

La primera vez, él hizo el recorrido solo. Luego regresó a Venezuela por su esposa y su primer niño, migraron de nuevo a Perú y a los meses retornaron otra vez a Venezuela para buscar a otros familiares.
El niño de tres años, a esa cortísima edad, es la segunda vez que hace ese viaje de país en país.

Anda todo un batallón: 14 menores de edad acompañados por 8 adultos.
Llevan 10 días recorriendo más de 1.000 kilómetros desde Puerto La Cruz, en el nororiente venezolano. Por la escasez de gasolina y los altos costos del pasaje en autobús, hicieron casi todo el trayecto a pie y en aventones.

Cruzaron la frontera por una trocha en Táchira, y ya en territorio colombiano, cuando salieron de Cúcuta hacia Pamplona, pasaron un susto enorme, como le contaron a nuestro reportero Lucas Molet.

Jefferson: Eso fue saliendo de los patios, un descuido que tuvimos ahí como llevamos muchos niños y son traviesos, son tremendos los niños y se le descuidó a mi tío, y vino el carro, gracias a Dios el carro venía a poca velocidad, por que yo en ese momento estaba frenando un bus, para no agarrar la autopista, para pasarlo pa’allá, a mi tío se le descuidó, se le pasó ahí y el carro lo chocó.
Periodista: ¿Los asistieron los organismos, los pudieron atender en el hospital, te pidieron papeles en el hospital?
Jefferson: Sí, gracias a Dios fueron mi tío y mi tía a lo llevaron y el señor lo llevó en el mismo carro al hospital de los patios.
Periodista: ¿El señor que lo accidentó?
Jefferson: Sí. Un accidente, gracias a Dios no pasó nada malo.
Periodista: Me comentaron que le hicieron sus pruebas, ¿le hicieron placa?
Jefferson Sí, le hicieron sus exámenes todo le salió bien gracias a Dios, solo fue el golpe y unos raspones que se hizo.

Narrador

El niño no sufrió mayores consecuencias tras el accidente. Los adultos que viajan en este grupo están conscientes de los riesgos a los que se exponen los niños por andar en esta carretera, y también saben lo indefensos que estarán por no tener visas o permisos de permanencia para vivir en Colombia o en Perú.

El bebé de Jefferson no tenía partida de nacimiento porque el gobierno venezolano ordenó cerrar los servicios de identificación durante la cuarentena. Su papá tuvo que pagar para poder obtenerla.

Periodista: Me comentó tu esposa que a la final, a última hora, pudieron sacar la partida de nacimiento. ¿Es un problema sacar los papeles allá?

Jefferson: Tener que pagar, yo tuve que darle cinco dólares a la muchacha para que me la diera, porque le dije no que la necesito. «No la estamos entregando ahorita». Y yo pero qué posibilidad hay si yo le regalo aunque sea cinco dólares, me dijo, «bueno déjame ver que hago por ti», y yo bueno qué se puede hacer, hay que pagar ahorita. Pa’ Venezuela todo es dinero, el que no tiene plata no vale nada.

Narrador

De esta forma decidieron salir una vez más de Venezuela, en un peregrinaje con el que aspiran llegar a Lima, Perú, e instalarse para comenzar de nuevo, por tercera vez, pero con el deseo bien firme de regresar muy pronto a su país y ver crecer a sus hijos.

Narrador

Otro grupo grande de niños migrantes acaba de llegar caminando a Pamplona, junto a su padre, Jairo Pérez. El menor tiene seis años, la mayor 16. Su yerno y una sobrina completan el grupo. Vienen desde Barquisimeto, estado Lara, en el centro de Venezuela, y se dirigen a Cali, para completar así más de 1.500 kilómetros de travesía.

Ya en la plaza, reservan su espacio bajo el busto de Simón Bolívar, el Libertador de Venezuela y Colombia. Sacan sus cobijas, sus almohadas, las echan al suelo. Luego varias latas de atún, galletas de soda, dulce de guayaba y jugo.

Los niños de este grupo comparten el picnic a la intemperie y hasta bromean entre ellos frente al grabador, como hicieron la noche anterior los hermanitos Camilia y Daniel. Quizás no estén conscientes, pero todavía les falta más de la mitad del camino por recorrer para llegar a un destino que aún luce incierto.

Narrador

En el próximo capítulo conoceremos la historia de una joven madre migrante que decidió regresar definitivamente a Venezuela.

Narradora

Este capítulo La llegada al páramo es el segundo de la serie de Podcast El vaivén del desarraigo, realizado por el equipo periodístico de Hijos Migrantes.

Producción general Liza López.

María Fernanda Rodríguez coordinó la reportería.

Rafael Sublarán y Lucas Molet fueron nuestros periodistas en el Norte de Santander.

Guion, montaje y posproducción de audio de Rafael Sulbaran.

En la edición participaron Jonathan Gutiérrez, María Fernanda Rodríguez, Liza López y Ginna Morelo.

Locución de Arantxa López y Rafael David Sulbarán.

El vaivén del desarraigo es un trabajo especial con el sello de #HijosMigrantes, realizado en alianza entre Historias que laten, El Pitazo y el Proyecto Migración Venezuela del Grupo Semana de Colombia.

Los invitamos a visitar nuestra página web www.hijosmigrantes.com. Allí encontrarán otras historias con foco en los riesgos a los que se expone la niñez venezolana por migrar indocumentada.

Gracias por escuchar.