El regreso a casa
[Pódcast] El vaivén del desarraigo · Capítulo 3Fraymelis tiene cuatro años y está de regreso en Venezuela. Acaba de cruzar por una trocha junto a su madre y su abuela, y ahora aguarda por algún transporte en una ciudad que no conoce, para seguir su camino. Las tres volvieron hace unos días de Bogotá, donde habían migrado pocos meses atrás porque su mamá quería brindarle a ella y a su abuela una mejor calidad de vida. Pero la dura realidad de los migrantes venezolanos, agravada en tiempos de pandemia por la covid-19, trastocó sus planes.
Yorman y su esposa Janeth también querían regresar a Venezuela con su bebé en brazos. Sin embargo, tuvieron que dar vuelta en U al llegar a Cúcuta por las limitaciones de paso en los puentes fronterizos. El niño nació en Bogotá a comienzos de la pandemia, y aún así, sus padres no han podido tramitar su registro civil de nacimiento. Ahora los tres están de vuelta en la capital colombiana sin ninguna certeza sobre cómo harán para subsistir.
El regreso a casa
Guion:
Arantxa López
Periodista en Táchira:
Lorena Bornacelly
Periodista en Bogotá:
Rafael Sulbarán
Locución:
Arantxa López y Rafael David Sulbarán
Montaje y posproducción de audio:
Rafael David Sulbarán
Transcripción
Narradora
Fraymelis se aferra a su osito de peluche mientras su mamá llora desconsolada. No lo suelta. Tampoco llora. Tiene apenas cuatro años de edad y ha cruzado la frontera entre Colombia y Venezuela dos veces por trochas para salir y regresar a su país. Todo en menos de dos meses. Ha recorrido casi 2.000 kilómetros acompañada de su abuela y su mamá, en autobuses, taxis, aventones, caminando y hasta en una balsa improvisada para cruzar un río.
Cae la noche del lunes 23 de noviembre de 2020 y las tres están en una acera de una ciudad que no conocen, solas y sin suficiente dinero para regresar a casa, ubicada a más de 600 kilómetros de donde se encuentran.
Retornaron ese día a Venezuela desde Colombia, pero se quedaron varadas en Puente Real en San Cristóbal, estado Táchira, cerca de la frontera con Colombia. No tenían el dinero suficiente para pagarle al taxista que las llevaría hasta Valencia, ciudad del centro norte de Venezuela, donde residen, a unas 9 horas de viaje en auto por carretera.
La niña no tiene pasaporte y tampoco tiene permiso legal de su padre para viajar. Igualmente Melissa se arriesgó a salir de Venezuela en septiembre de 2020, en plena cuarentena por la COVID-19, porque decidió que no se quedaría esperando a que su situación económica se pusiera peor. Se marchó con su hija Fraymelis y su mamá con la esperanza de mejorar su economía en Bogotá, la capital de Colombia, pero no les fue bien, entonces tuvieron que regresar al poco tiempo, en noviembre de ese mismo año. La pandemia fue inclemente con ellas.
Melissa llegó a casa de su hermana en Bogotá, comenzó a trabajar enseguida, pero muy pronto se dio cuenta de que lo que ganaba no le alcanzaría para sobrevivir junto a su pequeña hija.
Melissa
Trabajé nada más tres días porque no hay trabajo. Al no trabajar ¿fue difícil estar allá? Mi hermana trabajaba y el esposo de mi hermana y ellos nos ayudaron, pues y no tuvimos que pagar nada. Y yo trabajé sólo tres días vendiendo chorizo en la calle. Yo le trabajé a un señor y dos días a un señor y un día a otra señora. Solamente trabajé. Se trabaja 14 horas.
Narrador
En esta nueva entrega de Hijos Migrantes, conoceremos historias de niños venezolanos que como consecuencia de la expansión del coronavirus en la región, se han visto obligados a movilizarse junto a sus padres o algún familiar para escapar de la pobreza. Algunos marchan sin documentos de identificación como la cédula, pasaporte o incluso sin partida de nacimiento, e ingresan a territorio colombiano de manera irregular. También conoceremos el periplo de su migración hacia Colombia, su intento de establecerse en ese país o su retorno a Venezuela.
En El retorno a casa, capítulo final de la serie El vaivén del desarraigo, conoceremos cómo la niña Fraymelis, su madre y su abuela, sortearon muchos obstáculos para retornar a Venezuela luego de haberse ido a Colombia.
El vaivén del desarraigo es un trabajo especial con el sello de #HijosMigrantes, realizado en alianza entre Historias que laten, El Pitazo y el proyecto Migración Venezuela del Grupo Semana de Colombia.
Soy Rafael David Sulbarán y mi compañera Arantxa López seguirá con el relato.
Narradora
Melissa salió por primera vez del país hacia Colombia a mediados de 2017. Viajó hasta Cali, en el departamento colombiano del Valle del Cauca, y duró seis meses trabajando en la calle. Vendía caramelos y galletas. Había decidido emigrar para ganar más dinero y enviar remesas a su madre y a su hija, a quien dejó a cargo de su abuela. La niña tenía dos años cuando ella se fue aquella vez.
Según datos de la organización no gubernamental Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap), 1 de cada 5 migrantes venezolanos que traspasa fronteras deja al menos 1 niño atrás.
Melissa
Mi hermana con sus dos hijos… ellos estaban muy flaquitos y yo me fui para ayudarlos.
Narradora
Melissa regresó entonces a Venezuela para buscar a su madre y a su hija, con el plan de viajar nuevamente a Colombia juntas. Y así lo hicieron en septiembre de 2020, en plena pandemia por COVID-19. Pero todo cambió cuando su madre comenzó a llorar y deprimirse por estar lejos de su casa. Especialmente porque, aunque estaban en Bogotá, seguían teniendo problemas económicos.
Melissa
Y llegamos a Bogotá y al durar allá un mes ya mi mamá lloraba mucho, lloraba todos los días porque ella quería ir para su casa. Allá en Bogotá si tú no tienes el permiso de permanencia, no te atienden. Entonces yo me vine porque antes que ella se enfermara y estuviéramos tan lejos y no la pudieran atender.
Narradora
Debido a los efectos económicos y sociales de la pandemia, miles de venezolanos han decidido regresar a su país. Según Migración Colombia, unos 145.000 migrantes retornaron a Venezuela desde el cierre de la frontera en marzo de 2020 y hasta finales de ese año. Muchos venezolanos que no pudieron seguir trabajando o pagando un alquiler fueron desalojados de sus viviendas. Sin embargo, este organismo de control migratorio estima que otros 107.000 emigren de nuevo a Colombia en los próximos meses, como de hecho está ocurriendo desde el último trimestre de 2020.
Muchos se desplazaron en buses habilitados por el Estado colombiano o en transporte pagado por ellos. Otros lo hicieron caminando hasta la frontera.
Yorman Rosales es uno de ellos. A diferencia de Melissa, él no pudo cruzar la frontera para regresar a Venezuela. Había llegado en 2018 a la ciudad de Bucaramanga, en el departamento colombiano de Santander. Allí vendía productos de limpieza en la calle, pero la aparición inesperada del coronavirus le impidió seguir trabajando. Su esposa, Janeth Montero, estaba embarazada. Por eso, decidió primero buscar mejores oportunidades en Bogotá, antes de pensar en retornar a su país.
Periodista: ¿Estabas acá en Bogotá, qué sucedió con esto de la pandemia?
Yorman: Sucedió que estábamos en un alojamiento del cual nos sacaron el día de ayer con mi bebé, tiene un mes de nacido, por el tema del registro como te conté hace rato. Como molestaban mucho pidiendo el registro porque tiene derecho como niño nacido en Colombia tiene derecho, entonces el padre nos sacó pues. Nos dijo que ahí estaba la puerta, que esa era decisión de nosotros si queríamos irnos porque ellos, eso llevaba un tiempo determinado, que nosotros tampoco podíamos estar ahí porque se acabaron todos los recursos. Es ilógico que a un niño nacido en Colombia no lo puedan registrar sus padres por ser venezolanos, más que todo.
Narradora
Yorman llegó a Bogotá en mayo de 2020 y su hijo nació en pleno inicio de la pandemia. Pero no lo pudieron registrar, a pesar de que la legislación colombiana ya permite que se le pueda tramitar su nacionalidad.
Antes del 2019, unos 24.000 niños nacidos en Colombia e hijos de migrantes venezolanos estaban en riesgo de apatridia, pues la Constitución de ese país no contempla darles nacionalidad por el solo hecho de nacer en su territorio.
Para ser colombiano por nacimiento es necesario que al menos uno de los padres tenga esa nacionalidad o que, siendo hijo de extranjeros, alguno de sus progenitores estuviera domiciliado legalmente en Colombia al momento del nacimiento.
El desconocimiento de este principio constitucional hace pensar a los migrantes venezolanos, como Yorman, que sus hijos nacidos en Colombia pueden tener automáticamente la nacionalidad de ese país, como ocurre con los hijos de extranjeros nacidos en Venezuela.
Por eso el gobierno colombiano emitió en 2019 una resolución para darles nacionalidad a los hijos de padres venezolanos en condición irregular y que hayan nacido en Colombia a partir de agosto del año 2015.
Pero todavía cientos de padres, como Yorman, siguen enfrentando trabas para registrar a sus hijos. Y el tiempo apremia, pues esta resolución caduca en agosto del 2021.
Periodista: ¿Qué te decían los funcionarios en el registro?, ¿por qué no te dejaban registrar al muchacho?
Yorman: Primero porque no tengo los papeles originales de mi esposa ni los míos, o sea mi cédula original, sino pedían pasaporte, me pedían PEP, cosa que no tengo. Si yo lo tuviera yo lo presento, no tengo que ir a, ir a cuatro notarías, y de las cuatro notarías ninguna me quiso registrar al niño por no tener permiso de permanencia, ni pasaporte. Y creo que él, igual como niño colombiano tiene derecho él, no los padres, el niño ¿me entiendes?
Narradora
Entonces Yorman andaba así con su esposa, quien cargaba a su bebé en brazos.
Les faltaban muchos kilómetros, al menos 800, para llegar hasta Maracay, su ciudad de origen, en el estado venezolano de Aragua. Yorman simplemente quería resolver el problema de su niño, y tramitar su registro de nacimiento en Venezuela.
Cuando Yorman llegó a Cúcuta, en su camino de retorno a su país, vio la gran cantidad de personas esperando para cruzar hacia Venezuela. Migración Colombia informó que más de 2.000 personas montaron campamentos improvisados en las inmediaciones del Puente Internacional Simón Bolívar, principal paso fronterizo entre Colombia y Venezuela, esperando una oportunidad para cruzar. Yorman decidió devolverse y tuvo que caminar de nuevo hasta Bucaramanga, todavía sin ningún papel que legalizara a su niño.
Al igual que Yorman, al menos 30.000 venezolanos se quedaron varados en Cúcuta ante la imposibilidad de pasar a Venezuela en 2020, según cálculos de Migración Colombia. De este grupo, unos 7.500 son niños, niñas o adolescentes.
Pero otros sí lograron pasar, condicionados por las restricciones del gobierno venezolano que solo permitía el paso de 300 personas diariamente, lo que generó un efecto tapón de movilidad a cuenta gotas. Muchos se arriesgaron y cruzaron la frontera por las trochas, caminos informales a través de maleza y ríos, como Melissa, su mamá y su pequeña hija Fraymelis.
Habían llegado en autobús a Cúcuta, cuyos pasajes pagó la hermana de Melissa, y caminaron hasta la frontera. Para lograr pasar por una trocha debieron pagar 30 dólares y así cruzar en una balsa improvisada que les ayudaba a atravesar el río Táchira, que durante esos días estaba aún más caudaloso por las lluvias.
Periodista Venezolana de Televisión
La palabra ya resulta habitual, PASI, pero la realidad es que hace apenas algunas semanas estos Puntos de Alojamiento Social Integral no existían. Fue gracias a la articulación entre el Ejecutivo Nacional y Municipal junto al Poder Popular Organizado que se habilitaron distintos espacios para que se pueda cumplir la cuarentena obligatoria de quienes retornan al país, así como lo estableció la Organización Mundial de la Salud para cortar la cadena de contagio de la covid-19.
Narrador
A pesar de todo lo malo que vivió en Táchira, el estado fronterizo venezolano, Melissa agradeció no haber tenido que estar en alguno de los Puntos de Atención Social Integral (PASI), albergues habilitados por el gobierno venezolano para que los nacionales retornados cumplieran cuarentena obligatorias antes de seguir a sus destinos en Venezuela.
Aunque la niña Fraymelis no pasó por esos albergues, sufrió el tener que ver a su mamá llorar desconsolada cuando, de los 130 dólares que llevaba, tuvo que dar 30 para poder pasar por la trocha. Con los 100 dólares restantes, más la entrega de su teléfono celular, pagaría a un taxista para llegar a casa, pero tan solo por el traslado desde la frontera hasta San Cristóbal, capital del estado Táchira, le cobraron 60 dólares.
Melissa
Yo me vine y el papá de mi hija me mandó 130 dólares, de los cuales me quitaron 30 ahí en trochas, y me quitaron 60 para traerme de ahí hasta San Cristóbal y nos quedaron nada más 40. Y el señor nos está diciendo que nos puede llevar por 190 dólares, pero yo tengo nada más 40 y yo le dije que le daba 40 y el teléfono. Pero él me dijo que iba a hacer falta 60 dólares, porque mi teléfono no es tampoco, mi teléfono cuando yo lo compré me costó 80 dólares, que yo trabajaba aquí en Venezuela. Yo tengo un puesto y vendía cambur y plátano y yo reuní, más mis hermanos me mandaron y de reunir, reuní e hice los 80 dólares y me lo compré. Entonces él me dice que igual, naguará, que el teléfono 80 dólares y le voy a dar son 40, que no le va a servir porque él tiene que pagar muchas alcabalas y no me puede hacer el favor. Me hace el favor dándole los 100 dólares y dándole el teléfono, pero dándole 40 dólares no.
Narradora
Por eso la familia estaba varada allí en San Cristóbal, sin saber qué hacer.
Sin saber dónde estaba, Fraymelis seguía aferrada a su osito de peluche. Con ojos tristes, pero sin llorar en ningún momento, miraba casi siempre al piso. Cuando levantaba la mirada, la fijaba en sus juguetes, dispuestos por su madre al lado de un contenedor de basura. Tenía que aliviar el peso de las maletas y esos objetos fueron parte de lo que su mamá decidió sacar. Mientras, Melissa intentaba resolver qué haría, pues su temor era pasar la noche en la calle, en una ciudad cuyo nombre no conocía y sin saber si podrían volver a su hogar.
Un desconocido encontró a Fraymelis, a su madre y a su abuela con su equipaje en Puente Real. Se notaban desorientadas y comenzaba a caer la noche. El desconocido se detuvo para ayudarlas y les pidió a sus amigos y familiares dinero para pagarles un hotel y que ellas no durmieran en la calle.
Además de pagarles el alojamiento, la ayudaron a reunir los 60 dólares que les faltaban y les dieron 10 dólares adicionales para alimentación.
Fue así como Mellisa y su familia salieron del estado Táchira rumbo a Valencia, estado Carabobo, a más de 640 kilómetros de distancia, el 24 de noviembre de 2020. Como su teléfono celular era parte del pago, no tuvimos más información de ella.
Melissa
De verdad yo quisiera trabajar y darle una buena educación a mi hija, que estudie. Pero que estudie por algo que valga la pena como Medicina o porque si ella quiere estudiar pa’ policía, para guardia, esa gente no sirve.
Narrador
Este capítulo, El regreso a casa, es el tercero y último de la serie de podcast El vaivén del desarraigo, realizado por el equipo periodístico de Hijos Migrantes.
Producción general: Liza López.
María Fernanda Rodríguez coordinó la reportería.
Lorena Bornacelly fue nuestra periodista en Táchira y Rafael Sulbarán, en Bogotá.
El guion estuvo a cargo de Arantxa López, y en la edición participaron Rafael David Sulbarán, Jonathan Gutiérrez, Maria Fernanda Rodríguez, Liza López y Ginna Morelo.
Locución de Arantxa López y Rafael David Sulbarán.
Montaje y posproducción de audio, Rafael David Sulbarán.
El vaivén del desarraigo es un trabajo especial con el sello de #HijosMigrantes, realizado en alianza entre Historias que laten, El Pitazo y el Proyecto Migración Venezuela del Grupo Semana de Colombia.
Los invitamos a visitar nuestra página web www.hijosmigrantes.com. Allí encontrarán otras historias con foco en los riesgos a los que se expone la niñez venezolana por migrar indocumentada.
Gracias por escuchar.